Es increíble lo mucho que he podido llegar a aprender en tan poco tiempo. Puedo decir que estos 2 años que llevo en España son casi los mejores de mi vida. Digo "casi" porque no dudo al decir que mi infancia fue la mejor etapa que he conocido. Añoro jugar con Haian al pilla-pilla con la única preocupación de no manchar las ropas recién lavadas que mi madre había colgado fuera para que se secasen. Él siempre fue muy responsable desde pequeño. Tampoco olvidaré las tardes de verano en que Rabat y yo jugábamos con unas muñecas de trapo que nos regaló mi abuela cuando yo tenía tan solo 10 añitos...
Pero no todo eran risas y juegos. Desde que Ayoub nació, Haian y yo nos vimos obligados a ayudar a nuestros padres en muchas cosas. Para poder subsistir, a Adila se le ocurrió la idea de montar una pequeña empresa familiar de cerámicas que resultó darnos muchísimo trabajo. Yo me quedaba en casa cuidando del pequeño Ayoub para que mi madre pudiese trabajar tranquila. Mientras ella moldeaba vasijas y jarrones, mi hermano acompañaba a papá al mercado para venderlos o acudía de casa en casa repartiendo los encargos. Rabat se quejaba mucho y no quería hacer nada por lo que ella sí que tuvo la suerte de poder ir algunos años más a la escuela.
Muchas veces me pongo a pensar en los grandes estragos que el conlicto sigue causando hoy en día en Siria. Me enteré hace no mucho de que Europa está expulsando a Turquía a todos los refugiados. Acnur y varias ONGs no están deacuerdo con esto pero la decisión no depende de ellos.
Es cuando pienso en todo esto, cuando soy capaz de ponerme en el lugar de toda esa gente. Personas que han dejado todo, al igual que nosotros, en busca de una vida mejor. ¿A caso no se supone que uno de nuestros derechos como personas es la posibilidad de asilo político en caso de guerra? La gente de la calle no tiene la culpa de todo lo que ha sucedido y son los que más están sufriendo las consecuencias.
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