Tras unos 20 días de camino, Feres ya estaba más cerca pero aun faltaba mucho por hacer. Mis pies ardían con cada paso que daba ya que mis sandalias se habían roto al tener que huír de un tendero muy enfadado. Es verdad que no obré bien pero la necesidad pudo conmigo...
Esto pasó al octavo día de camino. Yo no había comido nada en 5 días y tenía mucha hambre. Recuerdo que le dí mi ultima manzana a mi madre. Ella no quería aceptarla pero estaba mucho más debil que yo. Le dije que no pasaba nada, que ya me había comido una aunque aquello era mentira. El dinero que teníamos era escaso y lo teníamos reservado para pagar las tasas que nos exigirían al llegar a Europa. Estabamos en territorio turco cuando llegamos a un mercado inmenso lleno de puestos de ropa y comida. Mis tripas hacían mucho ruido por lo que intenté pedir algo a un hombre gordinflón que estaba apilando las naranjas en pequeñas pirámides. Cuando éste me denegó la petición, mis instintos pudieron conmigo... No recuerdo bien como fue, solo recuerdo que estaba corriendo con una bolsa de fruta en las manos. El dueño del puesto corría tras de mí, gritando enfurecido. La bolsa debía pesar unos 5 kilos y me costaba mucho correr. Tuve mucha suerte. Trás 5 minutos de carrera, el hombre desistió en su persecución y volvió a su puesto murmurando palabras malsonantes. Me apoyé contra una pared para recobrar el aliento y aquel fue el momento en el que me di cuenta de que la suela de mis sandalias estaba agujereada y mi pies sangraban un poco.
Cuando me reencontré con mi familia, Haian me miró con cara de aprovación. Mi padre se acercó a mi y rodeándome entre sus brazos me dijo: "No llores, has hecho lo correcto. Lo has hecho por tu familia." No me había dado cuenta de que había empezado a llorar pero en aquel momento no me importó demasiado.
Como iba diciendo, pasados 20 días llegamos a Aksaray. Allí nos encontramos con otras familias que al igual que nosotros, habían decidido dejarlo todo para buscar una vida mejor. Me impactaron mucho las condiciones en las que estaba la gente. Mi mente nunca podrá borrar aquella imagen. Se podía ver muchísima gente tirada por el suelo, durmiendo. Otras personas se reunian al lado de pequeñas fogatas. También me extrañó bastante la cantidad de niños que había. Muchos de ellos debían de ser huerfanos, eso estaba claro...
Hay una última cosa que me gustaría relatar de nuestra estancia en Turquía. Esta fue posiblemente una de las partes mas duras de toda la experiencia. Se me hace un nudo en la garganta cada vez que intento hablar de ella y mis manos tiemblan al intentar escribirla...
Estabamos cruzando la frontera cuando un hombre se acercó corriendo hacia nosotros con un cuchillo en la mano. Había oído hablar de los cazadores de inmigrantes en varias ocasiones pero nunca nos habíamos cruzado con ninguno de ellos. A aquel hombre le brillaban los ojos. Se podía ver reflejada su locura en la mirada. Yo me quedé helada cuando vi que venía hacia mi. No podía moverme. Era como si todos los musculos de mi cuerpo hubiesen decidido no hacer caso a las órdenes que mandaba mi cerebro. Fue entonces cuando el hombre lanzó el cuchilló y se fue corriendo.Yo cerré los ojos. Todo pasó demasiado rapido. Volví a abrirlos sin entender por que no sentía dolor... ¿Acaso no duele morir? Miré hacia abajo y al observar aquello... Eso sí que me dolió. Una punzada atravesó mi corazón y me desmallé. Caí al suelo como un saco de cemento. Desperté a la media hora y rompí a llorar. Mi padre había muerto. Lo hizo por salvarme... yo estaba aquí... y él... él ya no.
No hay comentarios:
Publicar un comentario