El camino que nos esperaba era largo y no estábamos del todo seguros de cual era la ruta que debíamos recorrer. Nuestro primer objetivo era llegar a Feres, una ciudad de Grecia. Unos 1.475 Km separaban Al-Safirah de la ciudad griega.
Cada paso que nos alejábamos de nuestro hogar nos íbamos cruzando con gente que había formado parte de nuestras vidas desde siempre, gente que no volveríamos a ver jamás.
A las afueras de nuestra ciudad mis ojos se cruzaron con los de Fátima. Ella es una chica de mi edad que siempre me hablaba sobre lo maravilloso que sería salir de nuestro país. Fátima siempre quiso llegar a ser doctora pero por desgracia, viviendo allí aquello nunca sería posible. Mi padre habló con su familia para que viniesen con nosotros pero rechazaron amablemente la invitación diciendo que tenían parientes enfermos y no podían abandonarlos.
Los recuerdos de la guerra no paraban de abordar mi cabeza. Imágenes horribles que se sumaban a las razones para abandonar la tierra en la que nos habíamos criado.
A mediados de marzo de 2011 ya se podía contar un total de 215.518 vidas perdidas. Son cifras escalofriantes. Cifras que no paran de crecer conforme van pasando los días. Cifras que no cesarán su aumento si no detenemos la guerra.
Recuerdo que el 13 de marzo de 2012, Turquía bombardeó Siria dejando cinco muertos. Los bombardeos se produjeron en la frontera de Siria. Cuando nuestro país derribó un avión de combate turco, Turquía acudió a la OTAM en protesta y el general de dicha organización expresó su “firme condena” por el ataque asegurando que seguiría “de cerca y con gran preocupación” la situación.
En 2014, el miércoles 22 de abril, salió a la luz una nueva noticia en la que se informaba de otra serie de bombardeos. Esta vez el porcentaje de víctimas fue mucho mayor al de 2012. Se me eriza la piel al pensar en la cifra... 58 muertos más que sumar a un total... 58 muertos que reflejan el horror en que está sumido mi querido país natal.
Hoy en día, en 2016, la cifra supera los 470.000 muertos. Han pasado ya cinco años desde que comenzó la guerra. Hay noches que me meto en la cama y me despierto empapada en sudor por las pesadillas. Cada vez es más habitual en mí desvelarme pensando que estoy en Siria... en mi antigua casa. De repente una bomba cae al lado de mi hogar y veo a mi familia muerta a mi alrededor. Es entonces cuando abro los ojos y me doy cuenta de que por mucho tiempo que pase en la seguridad de Madrid, la guerra siempre formará parte de mí, incluso en mis peores pesadillas.
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