domingo, 17 de abril de 2016

Al fin en Grecia

Tardamos un mes y medio en llegar a Grecia. El camino cada vez era mas duro ya que nuestros recursos se iban agotando más rápido de lo que habíamos previsto. También notábamos enormemente la pérdida de mi padre. Él era quien nos daba esperanzas para seguir pero ahora todo era muy diferente. Daría cualquier cosa por poder volver a escuchar sus chistes o por cogerle la mano y que dijese que todo iría bien. Luego estaba el sentimiento de culpa. Era como si un monstruo se me estuviese comiendo por dentro. Era YO quien debía haber muerto... aquel cuchillo no iba dirigido hacia él.

Durante nuestro trayecto de Aksaray a Feres nos acompañó otra familia compuesta por dos niñas y sus padres. Ellos huían de una ciudad cercana a la nuestra. Me hice bastante amiga de las dos jóvenes ya que eran de edad similar a la mía y a mí siempre se me ha dado bien hacer nuevos amigos.


Como podéis ver, las distancias son enormes. Tuvimos la gran suerte de encontrar gente amable por el camino. No todo el mundo es como aquel tendero turco. En un pueblecito conocimos a una mujer que hacía zapatos artesanales. Se me iluminaron los ojos al pasar por la puerta de su casa y ver una sábana con todas las sandalias expuestas. Yo caminaba totalmente descalza pero mis experiencias con los robos no habían sido muy gratificantes por lo que sólo las observe y luego me dispuse a seguir caminando.

No había dado más de 5 pasos cuando se me acercó una señora  y me dijo "Son bonitas verdad?" Yo le contesté que sí con un tímido movimiento de cabeza. Cuando me preguntó que por qué iba descalza le dije que mis zapatos se habían roto hacía dos semanas. Aún sigo sin entender por qué se acercó a su puesto y me trajo unas sandalias nuevas diciéndome "Póntelas son tuyas". Supongo que existe gente buena, eso es todo. Le di las gracias tímidamente y eché a correr para no separarme de mi familia.

Las noches eran la mejor parte del día. Aunque dormíamos a la interperie  hacía muy buen tiempo por lo que no nos importaba. Las otras dos niñas que venían con nosotros habían ido a la escuela hasta poco antes de emprender su viaje y sabían muchísimas más cosas que yo. Adquirí un montón de conocimientos nuevos en el tiempo que estuve con ellas. Lo que mas me impresionó fue el cielo nocturno. Aprendí a localizar diferentes constelaciones y a guiarme siguiendo la estrella polar. Desde entonces tuve una cosa muy clara; al llegar a nuestro destino definitivo quería estudiar y saber tanto como aquellas jóvenes.

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