domingo, 17 de abril de 2016

El fin de nuestro viaje

No podía creer cuando al fin puse mis pies en territorio español. Había ido a la escuela en Italia durante nueve meses y aunque no sabía decir ni una palabra en español, es verdad que se parecía mucho al italiano. Rompí a llorar cuando salimos del aeropuerto. Al fin lo habíamos conseguido. Tras un duro año habíamos llegado a nuestro destino. Al fin estábamos en España. A mi padre le hubiese gustado mucho estar aquí.

Nada más llegar, lo primero que hicimos fue ir a hablar con el guarda de seguridad del aeropuerto. Le expusimos nuestro caso y nos llevaron a un albergue de Madrid. Mi madre no tardó demasiado en conseguir un nuevo empleo y teníamos algo de dinero ahorrado de nuesrtra estancia en Italia.

Aquí también pude ir a la escuela y hacer muchas amigas nuevas. He decidido que quiero ser médica. Siempre me acordaré de Fátima... Ella también quería poder curar a la gente. Se me llenan los ojos de lágrimas cuando recuerdo con melancolía nuestras tardes jugando a los médicos.

Mi madre estaba muy contenta con su trabajo. Era camarera en un restaurante y decía que le gustaba mucho más que hacer vasijas y jarrones. Madrid era increíble. Nunca había llegado a conocer una ciudad tan bella... o puede ser que yo lo vea todo con muy buenos ojos.

Tuvimos mucha suerte a lo largo de nuestro camino pero no quiero despedirme sin remarcar que muchas otras familias no lo lograron. Que murió y sigue hoy en día muriendo muchísima gente... Que hubo gente que lo dejó todo para encontrarse con que no son aceptados ni bienvenidos en el país al que llegan.

La humanidad y la empatía son cualidades del ser humano por naturaleza. No podemos evitar ponernos en el lugar del otro en mayor o menor medida. Mucha gente intenta alejar ese sentimiento pero lo que debemos hacer es aprovecharlo para intentar ayudar. La aceptación es el primer paso para que un reugiado pueda integrarse en la sociedad. Si no es aceptado es cuando puede irse con más facilidad por el mal camino.

Me gustaría que este blog sirviese como una carta de esperanza, quiero que la gente sepa que al igual la nuestra, hay otras muchas familias que hoy en día son felices y no tienen que preocuparse por las bombas o la guerra. Cuando has vivido todo eso, cuando realmente lo has pasado mal, es cuando te das cuenta de qué es lo que realmente importa y dejas de preocuparte por esas pequeñas tonterías sin importancia.

A los 3 meses de haber llegado a España, decidimos abandonar el refugio y alquilar un pequeño piso. Estaba en un edificio altísimo. Nunca había visto edificios como aquellos en otras ciudades pero ya se que aun me queda mucho mundo por descubrir.

Muchas gracias a todos los que me habéis acompañado a lo largo de esta experiencia. Os puedo asegurar que al igual que ha habido lágrimas y sufrimiento, también ha habido risas y alegría. Aprendí a apreciar las pequeñas cosas y encontrar la felicidad en ellas. Hoy en día puedo decir una cosa con total certeza. 

AL FIN SOY FELIZ

Llegamos a Italia

Cuando llegamos a Himarë nos llevamos una gran decepción. Al parecer allí no podíamos coger el barco hasta Italia. Se me ocurrió acercarme a dos chicos que debían tener unos 25 años  y preguntarles que dónde se encontraba el puerto más cercano. Al parecer, ellos se habían llevado la misma decepción que nosotros. Nos vimos obligados a comunicarnos en inglés con ellos y tuve que llamar a mi hermana para que tradujese lo que queríamos decirles. Rabat conocía muy bien el idioma ya que una compañera suya de la escuela lo hablaba y como le encantaban los idiomas decidió aprenderlo.

Los jóvenes turistas viajaban en caravana ya que estaban haciendo una ruta por todos los países de Europa. Querían coger un Ferri para volver a Italia, su país de origen. Nos llevamos una grata sorpresa cuando nos ofrecieron llevarnos. Aceptamos a la primera. Es cierto que no los conocíamos de nada pero nos habían dado buena impresión y estábamos ya muy cansados.




El viaje  sólo duró 10 horas. Yo quise sentarme en la cabina del conductor junto con los dos chicos que acabábamos de conocer. Mi familia viajaba en la parte de atrás. Yo nunca había visto una caravana por dentro. Al entrar me di cuenta de que parecía una casa completa. Me contaron un muchas cosas maravillosas sobre Europa mientras pasábamos pueblecitos y árboles. ´

Es increíble lo rápido que puede pasar el tiempo cuando lo disfrutas... me di cuenta de su fugacidad y a la vez de lo mucho que puede extenderse un segundo cuando sufres. También reflexioné sobre lo valioso que es al pensar en mi padre. Daría cualquier cosa por pasar unos minutos más con él. Unos minutos que desaparecerían sin darme tiempo a apreciarlos. Luego se volvería a ir y el tiempo volvería a parecer eterno.

Tardamos tres horas en llegar a Vlorë  y allí pagamos todo lo que nos quedaba para montar en barco e ir a Italia.  Estaba muy cansada y era de noche por lo que pasé las seis horas dormida. Cuando me desperté ya habíamos llegado a nuestro destino. Nos despedimos de los jóvenes, no sin antes darles las gracias y comenzamos a caminar. No estábamos del todo seguros de lo que debíamos hacer por lo que se nos ocurrió acercarnos a la policía a explicar nuestra situación.

No tuvimos problemas con el idioma en la comisaría ya que había traductores. Explicamos nuestra situación y nos mandaron a un refugio en el que había más gente que había huido del conflicto. Mi madre consiguió un  trabajo y nosotros pudimos ir a la escuela. La verdad es que estábamos realmente bien en Italia pero aún nos faltaba algo. Mi padre siempre quiso ir a España y ese era nuestro objetivo desde el principio.

Tras nueve meses de trabajo, cuando ya teníamos el dinero suficiente, nos montamos en un avión y llegamos a España.

cruzando Grecia

Despedirme de mis nuevas amigas no fue nada fácil pero ya habíamos llegado a Grecia y su familia tomaba una ruta diferente. Ellos se quedarían en Polonia y nuestro objetivo era llegar a España. Cruzar la frontera para entrar en Europa no fue tan difícil. Había muchas otras familias cruzando. La mayoría tuvieron suerte al igual que nosotros. He oído que ahora mismo las cosas se han complicado mucho para entrar al continente europero.

No nos quedaba dinero suficiente como para llegar todos a España por lo que decidimos cambiar de planes. Caminaríamos hasta Croacia y allí cogeríamos un barco hasta Italia. Llegaríamos sin nada de dinero ya que pagar un barco no es nada barato pero estábamos seguros de que las condiciones allí serían buenas.



Hacía dos meses que habíamos salido de Siria y ahora nos esperaba otro mes aproximadamente hasta llegar a Himarë. Ahora mismo nuestra mayor preocupación era tener el dinero suficiente para poder pagar el barco que nos conduciría a Italia.

En 2015 mas de 15.000 refugiados y migrantes entraron a España de forma irregular.  Unas 3.000 personas eran menores de edad y hubo mas de un centenar de muertes al intentar entrar por vía marítima.

Ese era uno de nuestros mayores miedos. ¿Y si después de todo lo que habíamos pasado acabábamos muriendo en el mar? Es realmente injusto pero así es la vida. Lo que tenía claro es que no podría soportar la pérdida de ningún otro miembro de mi familia.

A lo largo de aquel mes de camino tuvimos que pedir comida en muchas ocasiones. Nos quedaba aún dinero pero debíamos reservarlo. También volvimos a ver a la muerte muy de cerca... pero por suerte no lo suficientemente cerca. Mi querido hermano Haian estuvo a punto de morir y no puedo estar mas contenta de que hoy en día siga con nosotros.

No se exactamente en que parte del trayecto estábamos cuando una serpiente mordió la pierna de mi hermano. Cuando esto sucedió él no le dio importancia y no dijo nada. Seguimos caminando hasta que oí como algo caía tras de mí. Me giré y lo vi ahí, desmallado y con la pierna hinchada. Todos nos pusimos muy nerviosos. Pensábamos que lo perderíamos para siempre. Lo levantamos entre mi madre y yo y lo llevamos como pudimos hasta una carretera para intentar parar a algún coche. Paró un hombre con su mujer. Llevaban un vehículo muy grande, como de campo. La parte de atrás estaba descubierta y pudimos tumbar ahí a Haian y montar todos los demás a su alrededor. No tardamos mucho en llegar al hospital más cercano.

Una vez allí, el hombre que nos había recogido habló con los médicos y pudieron operar a mi hermano. Por suerte todo quedó en un susto. En el hospital nos dieron algo de comer y beber a todos. El matrimonio insistió en darnos algo de dinero. Al principio no queríamos cogerlo pero acabamos por aceptarlo.

Tras dos días en el hospital Haian ya estaba recuperado y con más fuerzas que nunca. Estábamos ya muy cerca de Himarë y solo tardamos una semana en llegar. Nadie diría que hacía ya tres meses que salimos de Al-Safirah.

Al fin en Grecia

Tardamos un mes y medio en llegar a Grecia. El camino cada vez era mas duro ya que nuestros recursos se iban agotando más rápido de lo que habíamos previsto. También notábamos enormemente la pérdida de mi padre. Él era quien nos daba esperanzas para seguir pero ahora todo era muy diferente. Daría cualquier cosa por poder volver a escuchar sus chistes o por cogerle la mano y que dijese que todo iría bien. Luego estaba el sentimiento de culpa. Era como si un monstruo se me estuviese comiendo por dentro. Era YO quien debía haber muerto... aquel cuchillo no iba dirigido hacia él.

Durante nuestro trayecto de Aksaray a Feres nos acompañó otra familia compuesta por dos niñas y sus padres. Ellos huían de una ciudad cercana a la nuestra. Me hice bastante amiga de las dos jóvenes ya que eran de edad similar a la mía y a mí siempre se me ha dado bien hacer nuevos amigos.


Como podéis ver, las distancias son enormes. Tuvimos la gran suerte de encontrar gente amable por el camino. No todo el mundo es como aquel tendero turco. En un pueblecito conocimos a una mujer que hacía zapatos artesanales. Se me iluminaron los ojos al pasar por la puerta de su casa y ver una sábana con todas las sandalias expuestas. Yo caminaba totalmente descalza pero mis experiencias con los robos no habían sido muy gratificantes por lo que sólo las observe y luego me dispuse a seguir caminando.

No había dado más de 5 pasos cuando se me acercó una señora  y me dijo "Son bonitas verdad?" Yo le contesté que sí con un tímido movimiento de cabeza. Cuando me preguntó que por qué iba descalza le dije que mis zapatos se habían roto hacía dos semanas. Aún sigo sin entender por qué se acercó a su puesto y me trajo unas sandalias nuevas diciéndome "Póntelas son tuyas". Supongo que existe gente buena, eso es todo. Le di las gracias tímidamente y eché a correr para no separarme de mi familia.

Las noches eran la mejor parte del día. Aunque dormíamos a la interperie  hacía muy buen tiempo por lo que no nos importaba. Las otras dos niñas que venían con nosotros habían ido a la escuela hasta poco antes de emprender su viaje y sabían muchísimas más cosas que yo. Adquirí un montón de conocimientos nuevos en el tiempo que estuve con ellas. Lo que mas me impresionó fue el cielo nocturno. Aprendí a localizar diferentes constelaciones y a guiarme siguiendo la estrella polar. Desde entonces tuve una cosa muy clara; al llegar a nuestro destino definitivo quería estudiar y saber tanto como aquellas jóvenes.

miércoles, 13 de abril de 2016

20 días hasta Turquía

Tras unos 20 días de camino, Feres ya estaba más cerca pero aun faltaba mucho por hacer. Mis pies ardían con cada paso que daba ya que mis sandalias se habían roto al tener que huír de un tendero muy enfadado. Es verdad que no obré bien pero la necesidad pudo conmigo...

Esto  pasó al octavo día de camino. Yo no había comido nada en 5 días y tenía mucha hambre. Recuerdo que le dí mi ultima manzana a mi madre. Ella no quería aceptarla pero estaba mucho más debil que yo. Le dije que no pasaba nada, que ya me había comido una aunque aquello era mentira. El dinero que teníamos era escaso y lo teníamos reservado para pagar las tasas que nos exigirían al llegar a Europa. Estabamos en territorio turco cuando llegamos a un mercado inmenso lleno de puestos de ropa y comida. Mis tripas hacían mucho ruido por lo que intenté pedir algo a un hombre gordinflón que estaba apilando las naranjas en pequeñas pirámides. Cuando éste me denegó la petición, mis instintos pudieron conmigo... No recuerdo bien como fue, solo recuerdo que estaba corriendo con una bolsa de fruta en las manos. El dueño del puesto corría tras de mí, gritando enfurecido. La bolsa debía pesar unos 5 kilos y me costaba mucho correr. Tuve mucha suerte. Trás 5 minutos de carrera, el hombre desistió en su persecución y volvió a su puesto murmurando palabras malsonantes. Me apoyé contra una pared para recobrar el aliento y aquel fue el momento en el que me di cuenta de que la suela de mis sandalias estaba agujereada y mi pies sangraban un poco.

Cuando me reencontré con mi familia, Haian me miró con cara de aprovación. Mi padre se acercó a mi y rodeándome entre sus brazos me dijo: "No llores, has hecho lo correcto. Lo has hecho por tu familia." No me había dado cuenta de que había empezado a llorar pero en aquel momento no me importó demasiado. 

Como iba diciendo, pasados 20 días llegamos a Aksaray. Allí nos encontramos con otras familias que al igual que nosotros, habían decidido dejarlo todo para buscar una vida mejor. Me impactaron mucho  las condiciones en las que estaba la gente. Mi mente nunca podrá borrar aquella imagen. Se podía ver muchísima gente tirada por el suelo, durmiendo. Otras personas se reunian al lado de pequeñas fogatas. También me extrañó bastante la cantidad de niños que había. Muchos de ellos debían de ser huerfanos, eso estaba claro...

Hay una última cosa que me gustaría relatar de nuestra estancia en Turquía. Esta fue posiblemente una de las partes mas duras de toda la experiencia. Se me hace un nudo en la garganta cada vez que intento hablar de ella y mis manos tiemblan al intentar escribirla...

Estabamos cruzando la frontera cuando un hombre se acercó corriendo hacia nosotros con un cuchillo en la mano. Había oído hablar de los cazadores de inmigrantes en varias ocasiones pero nunca nos habíamos cruzado con ninguno de ellos. A aquel hombre le brillaban los ojos. Se podía ver reflejada su locura en la mirada. Yo me quedé helada cuando vi que venía hacia mi. No podía moverme. Era como si todos los musculos de mi cuerpo hubiesen decidido no hacer caso a las órdenes que mandaba mi cerebro. Fue entonces cuando el hombre lanzó el cuchilló y se fue corriendo.Yo cerré los ojos. Todo pasó demasiado rapido. Volví a abrirlos sin entender por que no sentía dolor... ¿Acaso no duele morir? Miré hacia abajo y al observar aquello... Eso sí que me dolió. Una punzada atravesó mi corazón y me desmallé. Caí al suelo como un saco de cemento.  Desperté a la media hora y rompí a llorar. Mi padre había muerto. Lo hizo por salvarme... yo estaba aquí... y él... él ya no.

jueves, 7 de abril de 2016

Recuerdos de mi infancia



Es increíble lo mucho que he podido llegar a aprender en tan poco tiempo. Puedo decir que estos 2 años que llevo en España son casi los mejores de mi vida. Digo "casi" porque no dudo al decir que mi infancia fue la mejor etapa que he conocido. Añoro jugar con Haian al pilla-pilla con la única preocupación de no manchar las ropas recién lavadas que mi madre había colgado fuera para que se secasen. Él siempre fue muy responsable desde pequeño. Tampoco olvidaré las tardes de verano en que Rabat y yo jugábamos con unas muñecas de trapo que nos regaló mi abuela cuando yo tenía tan solo 10 añitos...

Pero no todo eran risas y juegos. Desde que Ayoub nació, Haian y yo nos vimos obligados a ayudar a nuestros padres en muchas cosas. Para poder subsistir, a Adila se le ocurrió la idea de montar una pequeña empresa familiar de cerámicas que resultó darnos muchísimo trabajo. Yo me quedaba en casa cuidando del pequeño Ayoub para que mi madre pudiese trabajar tranquila. Mientras ella moldeaba vasijas y jarrones, mi hermano acompañaba a papá al mercado para venderlos o acudía de casa en casa repartiendo los encargos. Rabat se quejaba mucho y no quería hacer nada por lo que ella sí que tuvo la suerte de poder ir algunos años más a la escuela.

Muchas veces me pongo a pensar en los grandes estragos que el conlicto sigue causando hoy en día en Siria. Me enteré hace no mucho de que Europa está expulsando a Turquía a todos los refugiados. Acnur y varias ONGs no están deacuerdo con esto pero la decisión no depende de ellos.

Es cuando pienso en todo esto, cuando soy capaz de ponerme en el lugar de toda esa gente. Personas que han dejado todo, al igual que nosotros, en busca de una vida mejor. ¿A caso no se supone que uno de nuestros derechos como personas es la posibilidad de asilo político en caso de guerra? La gente de la calle no tiene la culpa de todo lo que ha sucedido y son los que más están sufriendo las consecuencias.